Hace muchos, muchos años, cuando vivía con mis padres, utilizaba con mi hermano mayor esta expresión: “quítate las gafas”. Cuando le decía esto estaba aludiendo a que estaba empanado y algo no lo veía, estaba adoptando una postura rígida y poco flexible o estaba en definitiva abilortado. Este último es uno de los palabros, no se le puede llamar de otra manera, que siempre me ha gustado. No sé si sólo se decía en mi casa aludiendo a poca claridad o es una palabra familiarmente inventada. La cuestión es que para mí escenifica muy claramente lo que quiero expresar.
¿Y qué quiero decir? Te preguntaras.
Pues bien, desde que comencé mi andadura por el Coaching, allá por 2010, una de las cuestiones que más trabajo y más me llama la atención es el empeño que tenemos todos a veces exagerado, diría incluso que obtuso, por querer “llevar razón”. Pensar que hay una sola razón, una única forma de interpretar las cosas, cuando la vida nos está diciendo: que tú lo ves así y el otro lo ve justo a la inversa. Aun así nos aferramos y seguimos mirando el mundo con nuestras gafas, lo que creo nos acarrea muchos de los problemas cotidianos.
Creo que aceptar que hay más de una razón y además que la nuestra no tiene por qué ser la mejor ni la única, nos abre un abanico de posibilidades y opciones infinito.
Nos ayuda a ser más empáticos, aceptando que otros tienen otra visión. Nos abre a la flexibilidad y desde aquí es mucho más fácil el entendimiento y el acuerdo. Integrar esto de verdad en nuestras vidas nos ayudaría enormemente.
Por eso proclamo esta frase a los cuatro costados. Para que nos comprometamos con “ quitarnos las gafas” más a menudo y hagamos también la prueba de ver con las gafas del otro. Y con ello descubrir otras realidades, que no son ni mejores ni peores que las nuestras. Son otra opción más que ya es bastante, ¿no?
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