Cada día sabemos más. Contamos con mayor conocimiento: una idea que escuchamos, una noticia que leemos, un libro, un curso en el que participamos, una conversación que compartimos.
Nuestro grado de saber podríamos pensar es acumulativo, contamos con más y más datos pero la realidad nos demuestra que por mucha información que acumulamos cae en saco roto, si no hacemos algo con ella.
Como sabéis, los que me seguís, llevo muchos años dedicada a la formación. A diseñar, desarrollar y compartir acciones formativas tanto en el terreno del desarrollo personal como profesional. Y en mis talleres y cursos escucho la necesidad, el interés de los participantes por mejorar, por avanzar, por seguir creciendo y poner en práctica los aprendizajes compartidos.
En cambio con frecuencia también detectó que esta energía, esta motivación se mantiene durante un periodo de tiempo. Después salen a flote de nuevo los hábitos anteriores, quedando solo una fina capa de los nuevos aprendizajes en el quehacer cotidiano.
¿Te sientes identificado con esta idea? ¿Te gustaría conocer cómo evitarlo? Y digo conocer, porque ponerlo en práctica te corresponde a ti.
Bien, pues vamos a ello:
Para incorporar un cambio en tu vida, integrar un hábito es preciso contar con dos requisitos básicos imprescindibles:
La intención: Querer
La práctica: Hacer
Es necesario primero Querer, tener el deseo de incorporar esa idea a tu día a día. Y tener claro “Para qué”, qué te aportará a tu vida, qué efectos beneficiosos te rodearán tras este cambio. Es importante ver con claridad cuáles son estas ventajas. Esta será la imagen a visualizar de forma reiterada para cargarte de energía y conservar esa llama encendida y con ello motivado para mantenerte en ese querer.
Segundo: “Hacer”, pasar a la acción. A pesar de las dudas, de los miedos, de cómo lo harás, si saldrá bien o regular. Creo que este es el punto clave. A veces, en tu mente está todo muy claro. Has reflexionado y tomado conciencia de la importancia de dicho cambio y los beneficios que te reporta. Incluso hasta qué punto cambiará tu vida. ¡Guau!
En cambio, sigues sin pasar a la acción, quizás por miedo a equivocarte, por esa actitud perfeccionista que a veces te invade y que tanta energía se lleva y tan poco aporta.
Aunque sabes que es un mensaje ya manido “si no te equivocas, no avanzas” parece que a veces tu corazoncito no te lo permite: “que dirán”, “cómo me verán”, “qué imagen trasladaré” y la pregunta es ¿tan importante es lo que opine el otro que te impide tu avance?
Acaso estás delegando la responsabilidad de tu bienestar, de tus logros en la valoración de terceras personas.
Quizás no puedas agradar a todo el mundo. Vivir pendiente de las reacciones ajenas, te vuelve una persona reactiva, que reacciona a lo que ocurre en vez de proponer y hacer lo que desea, quiere y busca. Eso que te hará más grande y más libre.
Pues te propongo te remangues y te pongas manos a la obra. Toma conciencia de eso que quieres cambiar, eso que recientemente has aprendido. Analiza con exactitud qué parabienes te reportará, para con esa energía sí o sí pasar a la acción. Una acción probablemente en un inicio imperfecta, pero que se irá perfilando a cada paso que des llevándote a ese fantástico lugar a donde deseas llegar. Y que te hará sentir más grande más fuerte, a la vez que mejor persona y/o profesional.
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